MIAMI, FL – «¡La encontré con otro hombre!», esas fueron las palabras que Ignacio Antonio Amador, de 34 años, pronunció en la corte cuando intentó justificar el horroroso ataque que cometió contra su esposa , la madre de su único hijo.
La noche del pasado domingo, un instante de furia irracional llevó a Amador un inmigrante nicaragüense, a traspasar el límite de lo imaginable. Una acalorada discusión tras una supuesta infidelidad terminó sumergida en sangre, gritos y un caos indescriptible.
Esa fatídica noche, los vecinos de la Northwest 1st Place, escucharon los gritos desgarradores que provenían de la casa de los Amador. Los alaridos de auxilio de la mujer resonaban en la oscuridad, como un llamado desesperado que no podía ser ignorado.
Alarmados, los vecinos hicieron una llamada al 911, rogando porque la ayuda llegara a tiempo. Pero lo que los oficiales encontraron al arribar fue una escena de pesadilla: la mujer, cubierta de sangre, yacía en el suelo con heridas de cuchillo que la marcaban de pies a cabeza.
La hoja de un cuchillo seguía enterrada en su cuello, como una cruel evidencia del ataque salvaje que había sufrido.
Ignacio Antonio Amador, el hombre que hasta hace poco había sido su compañero de vida, ya no estaba allí. Había huido, dejando tras de sí una casa envuelta en una atmósfera sangrienta.
La víctima, apenas con signos de vida, fue trasladada de urgencia al hospital en estado crítico. La gravedad de sus heridas era tal que el personal médico luchaba incansablemente para estabilizarla, mientras su estado seguía siendo incierto, una frágil batalla entre la vida y la muerte.
Durante las horas que siguieron, la policía lanzó una búsqueda masiva para localizar a Amador. No fue hasta unas horas más tarde cuando finalmente lo arrestaron. Su rostro, imperturbable, reflejaba una frialdad desconcertante.
Amador, fue procesado por los cargos de intento de asesinato en primer grado y agresión agravada con arma mortal.
Cuando fue presentado ante la jueza Mindy Glazer, no mostró arrepentimiento ni negó el brutal ataque que había perpetrado. La jueza, visiblemente afectada por la magnitud del crimen, no dudó en negarle la fianza. «Este hombre es un peligro para la sociedad», afirmó con dureza.
Mientras tanto, la comunidad y la familia de la víctima se enfrentan a una desgarradora realidad: una mujer que luchaba por sobrevivir, un niño inocente que quedó atrapado en medio de una tragedia inimaginable, y un hombre cuya ira lo llevó a destruir lo que más amaba.